miércoles, 4 de febrero de 2009


Hola nuevamente! En esta oportuidad les traigo un sueño. Uno de esos sueños que vuelco al papel. Este cuento, tambien fue publicado en Fragmentos, el año pasado. Espero que les guste.
La imagen que agrego, es la que realizó para el libro, Mariano Suarez.


Al Momento de Caer

La encontró corriendo en la oscuridad. Nada podía ver, pero sabía a dónde se dirigía.
Echó a andar tras ella, tan rápido como pudo. Delante de él, sólo estaba ella, alejándose con cada gran paso.

No había paredes, ni siquiera un horizonte, mucho menos un suelo que pisar. Todo era negro más allá de ella. Esto le causaba una sensación de vértigo que lo mareaba ¿O fue la respiración desenfrenada y el corazón latiendo ferozmente? No estaba para tanto esfuerzo físico. Igual siguió corriendo. Tenía que alcanzarla antes de que llegara a su objetivo.

Por fin el abismo tomó forma. Ahora, era la azotea de una casa muy antigua. Llena de macetas y trastos viejos. Lo supo gracias a la gran luna que iluminaba todo tenuemente.

Ella no se detenía. Saltó unas tablas desparramadas por el piso, una maceta, y otra. Finalmente, llegó a la cornisa, donde por una fracción de segundo quedo inmóvil. Su cuerpo se petrificó, pero la inercia hizo que lentamente se precipitara hacia adelante. Hacia el inminente precipicio.

Cuando la gravedad comenzaba a actuar, en el momento que empezaba a tomar velocidad para la caída, una mano sujetó la suya. Él la había alcanzado.

─¿Cuándo vas a entender que no estás sola?– susurró de manera entrecortada, por la falta de aliento.

─Allí está mi destino ─respondió, mientras giraba la cabeza para observarlo.

La profundidad de sus ojos, tuvo en él el mismo efecto que de costumbre. Y todo se resumía a una dolorosa impotencia por no servirle de ayuda. Ella era un ser encantador, inteligente y bello. Él estaba cautivado.

Pero para ella no era suficiente su intento de ayuda y continuó inclinándose más y más. Él no la soltó. Se precipitó junto a ella.

Ya estaban cayendo cuando él la tomó entre sus brazos. Apretó su pequeño cuerpo contra su pecho. Le gustara o no, la tenía.

Ella trató de liberarse. Luchó, forzó y gritó. Por fin se vio doblegada y se rindió al llanto. Él la contuvo, acarició su cabeza y besó su frente.

Ya no sabían si seguían cayendo o no. Otra vez se encontraban en el abismo de la oscuridad.

Ella se preguntaba ¿Por qué? Buscaba el por qué de todo mientras lloraba.

Sobre todo se preguntaba el por qué él quería ayudarla “¿qué esconde tras este acto?”

El creyó que nunca lo entendería. Que el miedo le impediría aceptar su ayuda. “Jamás creerá que no existen más intenciones que las de ayudar”.

Pero el tiempo todo lo cura y una eternidad en el abismo también tiene su fin.

Por fin ella lo abrazó y se quedaron allí. Esperando que la luz del nuevo día llegara.